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Un matrimonio indisoluble

Un matrimonio indisoluble
Atalaya de César Rodríguez Granados
Por: César Rodríguez Granados | La Carretera del Cusiana, trayecto vial de Sogamoso-Aguazul, Casanare, como hemos dicho, se inició hace 120 años, sin que hasta el momento se tenga una fecha  siquiera aproximada para su terminación, no obstante el singular interés que en tal propósito ha venido demostrando el Presidente de la República, doctor Álvaro Uribe Vélez, en los últimos años, quien la considera como una vía estratégica para la economía nacional y el trayecto más corto para acceder del centro de Colombia a la hermana República Bolivariana de Venezuela.

Hoy continuaremos con el análisis de las razones por las cuales tanto la Carretera del Cusiana como otras obras primordiales de infraestructura vial para Sugamuxi y Casanare, seguirán congeladas en el Departamento Nacional de Planeación.

Por donde se examine el asunto, la Provincia de Sugamuxi y el hoy Departamento de Casanare, históricamente, han sido responsables directos por no contar con representación adecuada ni en el Gobierno Nacional ni en las corporaciones públicas. Por lo tanto, carece de emisores propios que establezcan un canal adecuado de comunicación para que se les escuche y dentro de la mecánica de la retroalimentación participen de las soluciones que constitucional y legalmente les debe proporcionar el Estado.

No ha sido por escasez de candidatos apropiados, porque los hay los hay, sino porque Sugamuxi y Casanare no poseen colectivamente un ideario político sólido ni unas reglas de juego transparentes en la aplicación de una disciplina electoral que fortalezca políticamente a la región con sus propios valores humanos.

Esa falta de coherencia entre lo que se anhela y lo que se puede lograr, ha convertido su potencial electoral en una piñata de la cual sacan el mayor provecho los intrusos o “colados” a la fiesta. Tal anarquía ha sepultado al verdadero regionalismo y al sentido de pertenencia con Sugamuxi y con Casanare, regiones cuyo destino socioeconómico es indisoluble como el matrimonio católico, sin que la mezquindad ocasional de algunos dirigentes pueda divorciarlos de sus designios de defensa y fortalecimiento mutuos. Es oportuno recordar que la riqueza ganadera de Casanare la forjaron sogamoseños y boyacenses durante centurias, cuyos lazos de sangre e identidad cultural con los antiguos y nuevos casanareños estarán unidos para siempre.

Se requiere con urgencia implantar un regionalismo bien entendido y mejor aprovechado. Un regionalismo tal vez parecido en su apego a ese que, por ejemplo, ha hecho grande y progresista a los pueblos de Antioquia, del Eje Cafetero, del Valle del Cauca, entre otras regiones.

Un regionalismo que nos mueva a imitar, sí, a copiar las cosas buenas,  todas esas iniciativas que generan empleo, esas que hacen atractivo a un territorio para los inversionistas, como por ejemplo: rebajar impuestos y dar plazos muertos, mejorar la calidad y disminuir las tarifas de los servicios públicos, exigir del SENA establecer otras especializaciones diferentes a las de la minería y la metalistería, que nuestras universidades  mejoren su calidad académica e introduzcan nuevas carreras, que se instituyan mecanismos legales para evitar la especulación con los precios de la finca raíz cuando se trata de venderles terrenos a nuevas empresas que se quieran establecer en nuestro medio, etc., etc.

Todo indica que la insuficiencia de un regionalismo sano, les ha permitido y facilitado a los politicastros de turno amarrar su voto y el de sus adeptos a  los millares de pesos que obtienen “por debajo de la mesa”, para defender candidaturas foráneas al Senado de la República, ya sean bogotanas, vallunas, costeñas, santandereanas, antioqueñas, caldenses, pastusas, huilenses, tolimenses, etc., que nada dicen al bien común regional, que nada aportan ni solucionan cuando los problemas de toda índole empeoran en Sugamuxi y Casanare. 

La Provincia de Sugamuxi, es un territorio con el caudal electoral suficiente como para elegir autónomamente a sus senadores de la República, a sus Representantes a la Cámara y a sus Diputados a la Asamblea Departamental. A pesar de ello, está convertida en una “miscelánea electorera”, en donde los politicastros de moda negocian su influencia con los mejores postores de otras provincias de Boyacá y sellan alianzas mercantilistas con secuelas muy negativas para el desarrollo futuro regional sugamuxista.

Efectos por demás conocidos y sufridos: una Provincia de Sugamuxi sujeta a las manipulaciones politiqueras de los grupos más fuertes en la Cámara de Representantes y en la Asamblea Departamental. Una Provincia de Sugamuxi condenada al silencio de los testigos mudos y arrastrada por la inercia colectiva de sometimiento a una dirigencia habilidosa en la malversación de las migajas presupuestales, tanto del Gobierno Nacional como del Departamental y, para colmo de males, ver con impotencia cómo esa dirigencia se muestra satisfecha con sus triunfos pírricos.

En la realidad, tampoco existe el poderío electoral ni la representatividad política suficientes para exigir la inclusión de sus mujeres y de sus hombres en los cargos más característicos de la Nación, equipos humanos capaces de exigir y ejecutar proyectos de inversión social armónicos en la solución de las insuficiencias más sentidas de cada estrato social.

A través de los años, la vida misma, la realidad sin maquillajes, nos ha demostrado, una y otra vez, que con tardíos arrepentimientos electorales de los ciudadanos de bien ni se enmienda la plana ni mucho menos se mejora la infraestructura vial, tampoco la educación ni la salud públicas, mucho menos el bienestar de la familia, de todas esas familias radicadas en Sugamuxi y Casanare, que por decenios han esperado la ayuda que por “tradición” se les ofrece pero que jamás llega.

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