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El cielo lloró la destrucción del Templo del Sol

El cielo lloró la destrucción del Templo del Sol
Atalaya de César Rodríguez Granados
Por: César Rodríguez G. | Un cielo plomizo cubrió con densas nubes la resplandeciente cara de Súa, el padre de todos los muiscas, en las horas precedentes a la iniciación de los rituales conmemorativos  del 470 aniversario del incendio y la destrucción de su morada eterna, en “La Roma de los Chibchas”, como la bautizara uno de sus hijos predilectos, el insigne historiador y académico, doctor Gabriel Camargo Pérez.

La tristeza se paseaba por el rostro y por el ambiente del Parque Arqueológico y Museo Antropológico “Eliécer Silva Célis”. Los convocados por el Centro de Historia de Sogamoso, llegaban a conmemorar dos hechos luctuosos: 1) La destrucción del Templo del Sol y 2) La muerte del doctor Eliécer Silva Célis, ocurrida el 4 de julio de 2007, en esta que consideró como su segunda Patria Chica.

Cuando en las entrañas del Templo del Sol, se iniciaban los rituales de la jornada con una llamada del bronco sonido de un caracol de mar y las dulces notas de una flauta, súbitamente en lo más profundo del corazón resonaron las sabias palabras de Eliécer Silva Célis, el muisca que hizo posible rescatar de las cenizas del olvido la admirable historia de la Nación Chibcha:

“En estos momentos os encontráis gentiles visitantes pisando el suelo, el mismo suelo que en el que la artífice y devota mano india levantara, en tiempos que se confunden con la leyenda, la ciudad magnífica y el templo santo, depósitos máximos de espiritualidad y grandeza del pueblo chibcha”.

“En estos lugares la piedad indígena erigió y consagró al sol un templo que, aunque de sencilla arquitectura, tuvo la grandeza y elevación del espíritu chibcha.  Habéis venido a este sitio de gloriosa y veneranda tradición aborigen para afirmar vuestro ideal de solidaridad y comprensión humanas, y, para rendir tributo de admiración al pueblo que nos precedió y que hizo de este hermoso Valle de Sogamoso, el primer centro de su vida religiosa a la vez que un emporio de civilización”.

Súa, el padre de todos los muiscas, que todo lo oye, que todo lo sabe y que todo lo ve no pudo contener sus lágrimas y durante horas lloró inconsolable por la pérdida de sus hijos más queridos, por la destrucción de su morada, también conmovido por el sentimiento de amor expresado por todos sus hijos, al recordar infaustos sucesos de ayer y de hoy.

El dorado licor del maíz y panes de quinua, sirvieron para comulgar en el  compromiso renovado este 4 de septiembre de 2007, de engrandecer con esfuerzo y laboriosidad el solar nativo de Sugamuxi, el más grande de los reyes muiscas y sumo sacerdote de la espiritualidad chibcha. Hoy a 470 años del Incendio del Templo del Sol, el cielo lloró en su desconsuelo…

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