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Pátina de olvido

Pátina de olvido
Atalaya de César Rodríguez Granados
Por: César Rodríguez Granados | A pesar del aflictivo drama de sus relaciones con la clase política, la Carretera del Cusiana, ---Sogamoso – Aguazul ---, ha dado impulso y avance a la Provincia de Sugamuxi y al Departamento de Casanare, como vía arteria comercial y cordón umbilical de integración social entre las dos regiones, hermanadas por lazos de sangre, por necesidades homólogas, por problemas y por soluciones comunes que, como en el caso de esta vía, no son concretadas por quienes tienen la sartén por el mango.

Es oportuno, así sea brevemente, bosquejar algunos aspectos históricos de lo que representa dicha vía en la vida de nuestra gente. Al paralizarse el transporte en la Carretera del Cusiana, especialmente en época de lluvias ayer y hoy se agravan los problemas geológicos, representados por enormes y múltiples derrumbes de tierra en sitios específicos. Lugares que son identificados una y otra vez por los medios de comunicación, desde hace tantos años que ya es imposible precisar cuando empezó su popularidad.

Cada vez que ocurría uno de los colosales trancones en la vía, durante días y semanas se afectaba la estabilidad del comercio tanto casanareño como boyacense que dependía esencialmente de la normalidad del transporte automotor terrestre. El impacto se hacía sentir en Sogamoso en primer lugar, en un segundo plano Pajarito y Aguazul y por ley de arrastre en otras poblaciones menores del altiplano y del llano. Durante tales ciclos se hacía evidente más que nunca y al igual que hoy que “obras son amores y no buenas razones”.

Una pátina de olvido cubre hoy la lista de almacenes, hoteles, sitios de recreación y empresas transportadoras que dependieron de la normalidad del transporte terrestre y que por fuerza de la inactividad provocada por largas y seguidas interrupciones de la Carretera del Cusiana dejaron de existir, cerraron sus puertas para siempre y su clientela casanareña se fue desplazando hacia Villavicencio, para no volver al altiplano.

 En varias épocas bien diferenciadas en el pasado, la Carretera del Cusiana hizo sentir su influencia decisiva para el desarrollo y el progreso de Sugamuxi y Casanare. En una de las etapas más antiguas, provocó el desmonte de la actividad comercial que se realizaba principalmente, desde tiempos inmemoriales, por la ruta l conocida como el “Camino del Cravo Sur”. Es decir, la vía en construcción que hoy figura con el siguiente trazado: Yopal—El Morro—Labranzagrande—La Salina—Páramo de San Ignacio de Mongua—Tópaga—Sogamoso.

La carretera del Cusiana, así fuese sin pavimentar, agilizaba el transporte automotor de carga y pasajeros hacia y desde la llanura, en medio de algunas peripecias que jamás llegaron a igualar las amenazas letales que presentaba el antiguo Camino del Cravo Sur, por su topografía preñada de riesgos en cada recodo del camino de herradura y en la travesía de embravecidos torrentes que enriquecen el caudal del Río Cravo Sur. Y como si lo anterior fuese poco, existe una zona no muy extensa de pantanos y de arenas movedizas, localizada al inicio del ascenso hacia las altas cumbres del Páramo de San Ignacio. Todo ello, en suma, hacía muy peligroso el viaje inevitable por el “Camino del Cravo Sur”, para quienes tenían sus hatos y fundaciones o sus negocios particulares en el centro y norte de Casanare.

Heroica, por decir lo menos, era el cruce del Páramo de San Ignacio, por donde se sacaban las ganaderías casanareñas, se proveía de víveres e insumos pecuarios a Casanare. Trayecto caracterizado por temperaturas de cero y menos grados centígrados en varias temporadas del año, tierras escondidas entre densos mantos de niebla que no dejaban ver a los jinetes más allá de las orejas de los caballos, densa blancura que en no pocas ocasiones provocó que los viajeros se extraviaran, aumentando con ello las penalidades del recorrido.

El Páramo de San Ignacio ha movido la imaginación popular dando lugar a leyendas cuyos protagonistas desaparecieron para siempre al internarse en sus entrañas. Por allí, según la tradición oral, transitaban los jesuitas en su cometido evangelizador de los Llanos Orientales. Los lugareños, aseguran que por esas trochas parameras salieron las inmensas riquezas de la Compañía de Jesús, para ser escondidas en el lecho de un río llanero ignoto, cuyas aguas habrían sido desviadas mientras se sepultaba la fabulosa guaca, al mejor estilo de las costumbres indígenas de los chibchas o muiscas. Todas esas calamidades propias del Camino del Cravo Sur, fueron remediadas con la apertura de la Carretera del Cusiana.

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